Después del
fallido golpe de Estado del quince de julio de dos mil dieciséis, una oleada de
furiosa represión ha golpeado, y continúa golpeando, a Turquía, país que es –según
dicen- uno de nuestros aliados en la guerra contra el terrorismo. Funcionarios,
policías, académicos y ciudadanos de a pie están siendo despedidos, sancionados
o encarcelados por supuestos delitos de sedición que nadie ha podido probar. La
escritora Asli Erdogan (1967) es una de esas personas que desde hace meses ha
cambiado su hogar por las cuatro paredes de una celda. El dieciséis de agosto
fue detenida en su casa de Estambul, acusada de intentar destruir el Estado
Turco y ser miembro del PKK.
Detonante de
la detención parece haber sido su colaboración con la publicación kurda Özgur Gündem. Las penosas condiciones de
su cautiverio, sus problemas de salud y los malos tratos recibidos, se conocieron a través de una carta que la prisionera ha podido hacer salir de la cárcel
de mujeres de Barkirköy. Al margen de dudosas acusaciones contras ella enmarcadas
en una purga general e indiscriminada, las razones que da la autora para su
detención merecen ser tenidas en cuenta:
Soy escritora, trabajo por la
conciencia de la humanidad. No se trata de ser turco o kurdo, se trata de la
condición humana. Estoy en prisión porque he escrito sobre las atrocidades que
ha cometido Turquía, y es mi deber escribir sobre tales actos. El hecho de que
ni siquiera soy kurda explica mejor, si cabe, mi arresto. El gobierno turco
persigue amedrentar precisamente a aquellos que no se muestran especialmente activos
en la política kurda. No quieren que ningún demócrata, ni intelectual, ni
“turco blanco” se ponga del lado kurdo. Ese es el verdadero objetivo de toda la
operación.
“Turcos
blancos” designan en Turquía a los miembros de la sociedad urbana y laica, por
oposición a los “turcos negros”, religiosos y de ámbito rural. Esta distinción
es solo una muestra más del grado de división política que está sufriendo el
país, en medio de una pérdida general de las garantías y derechos democráticos.
Pero el inquietante destino de Asli Erdogan se puede englobar en un proceso
histórico más amplio, de mayores características, en el que las posiciones políticas
autoritarias se refuerzan y comienzan a mostrar el rostro siniestro de una
amenaza mortal. Un nuevo despotismo parece haber tomado posesión de la vida
política de algunos países, que se tornan más amenazantes con sus vecinos en el
exterior y más opresivos con los disidentes políticos o minorías étnicas y
religiosas en el interior. Bajo formas diferentes y condiciones particulares,
se trata siempre de la misma fiebre autoritaria. Dicha fiebre, alimentada por
la corrupción y la sed de poder, se manifiesta bajo formas iniciales de
identidad, nacionalismo, etnicidad y miedo. Su fin inevitable conduce a la
cárcel o al cementerio, y quizá por eso en el libro del Destino los nombres de Asli
Erdogan y Anna Politkovskaya estén escritos en la misma línea.
El espectro del autoritarismo ha
irrumpido en el siglo XXI y lo está haciendo suyo. La erosión de las
instituciones democráticas por todo el mundo es un hecho palpable; las aventuras
militares unilaterales van de la mano con el desprecio absoluto por la
población civil de los países en conflicto a los que hasta la condición de
refugiado se pretende negar en países en los que aparentemente rige aún el
imperio de la ley. Mientras que cínicamente muchos aún levantan la bandera de
la libertad y del humanitarismo, radicalismos y populismos identitarios están
emergiendo del subsuelo y por entre los resquicios de carcomidas estructuras
políticas. Al mismo tiempo, enamorados de la voluntad de poder, titanes de una
nueva edad, están convocando fuerzas incontrolables de consecuencias
imprevisibles. En un proceso histórico semejante al que se vive con matices en
todo el mundo, resulta coherente que la libertad de expresión o de pensamiento desaparezcan,
y que, por el hecho de haber colaborado en un diario contrario al gobierno, una
escritora inocente pueda ser encarcela, pese a las peticiones internacionales
para ponerla en libertad, la última recientemente en la inauguración de la
feria del libro de Frankfurt.
Si
contemplamos el destino que sufre Asli Erdogan, concederemos que sus obras
contienen elementos casi proféticos. La autora que en Pájaros de Madera describía las vidas de mujeres internas en un
sanatorio con la progresiva disolución de su identidad y que en El Edificio de Piedra mostraba las penalidades
del confinamiento padecidas por quienes habitualmente no tienen voz para
denunciarlo, está sufriendo ahora en propia carne el hecho de haberse atrevido
a ser la voz de quien clama en el desierto. Si su novela La ciudad de la esclavina roja, ambientada en Río de Janeiro, está
escrita en clave de catábasis y descenso a las profundidades del dolor. Pero, ahora
es a la propia autora a la que vemos confinada en la oscuridad, en la mazmorra de
los condenados, como se lee en su carta de puño y letras:
Entretanto he podido dejar el
aislamiento y ser confinada en una celda con otras veintiuna mujeres…. Los
cuidados higiénicos son responsabilidad de las internas. Las reclusas son
especialmente sensibles a la cuestión. Con nuestro propio dinero compramos los instrumentos
de limpieza necesarios y aseamos la celda casi todos los días. … Cualquier cosa
aquí es un problema y una auténtica batalla. El acceso a la enfermería para obtener
las medicinas que necesito, recoger la ropa que me puedan hacer llegar, ¡o
simplemente el hecho de tener libros! Debido a las exigencias del estado de excepción
y puesto que no tengo marido, ni hermanos ni hijos, tan solo puedo recibir
visitas de mi madre., lo que para una mujer de setenta y dos años es una carga
de un peso enorme.
La ciudad de la esclavina roja ha resultado profética, y no sólo por el hecho de que el personaje principal sufriera el
secuestro y la tortura de la policía. En
La Ciudad de la esclavina roja el tema central es el descenso al fondo de
un enloquecido océano de dolor, miseria y desesperación, al tiempo que la
propia identidad se desdibuja en medio de las agitadas olas del sufrimiento. La
ciudad en sí reviste una imagen de muerte y padecimiento. En un momento de la
novela, la autora narra el encuentro inesperado con una niña negra, una imagen
viva del sufrimiento humano y cuyos guantes de portero sugieren que ha asumido
el papel de una especie de guardián de la puerta al mundo de la muerte, un Hermes
negro femenino. El contexto del encuentro sugiere una atmósfera de
encantamiento que apunta a la magia negra y el Candomblé. El aspecto de la niña
es eminentemente africano por su aspecto racial, vestido y adornos, mientras
que el maquillaje hace que sus labios parezcan una herida abierta y sangrante.
Esta imagen de una herida roja, aún abierta, de un ser sufriente que desaparece
de manera tan inopinada como había aparecido, es el punto culminante de la
novela donde se materializa a través de un personaje femenino todo el dolor
humano, una especie de Cristo que adopta formas étnicas y femeninas. Quizá solo
las imágenes míticas, que la autora emplea y conoce con tanta maestría,
alcanzan a reflejar el sufrimiento que padece la humanidad y que singularmente
padece en el mismo instante en que se escriben estas líneas ella misma, la
propia Asli Erdogan. De nuevo la imagen mítica concurre en su historia El Cautivo (perteneciente a El edificio de piedra) con la aparición
de elemento onírico al final del relato. Se trata del sueño con una divinidad
femenina en cuyo seno viven las criaturas del mar y los hombres fugitivos. Esta
idea del lugar en que finalmente todos se reúnen, sea un mar primordial, sea el
seno de una divinidad femenina generadora, aparece también en La ciudad de la esclavina roja, donde
abiertamente se dice que todos los cadáveres se reúnen en una especie de punto
y final porque todos ellos no serían sino parte de nuestra propia realidad
cadavérica.
Asli Erdogan languidece ahora en
una prisión turca pese a las protestas del mundo literario y de los defensores
de los derechos humanos. Se encuentra confinada en su particular edificio de
piedra, a la espera kafkiana de un proceso y un juicio que nadie sabe cuánto
pueden tardar aún. Fuera de la prisión las detenciones continúan, nuevos
titanes se erigen en señores de la vida y de la muerte mientras conducen sus
pueblos con mano firme de guerrero. Es otoño, el verano de la detención va
quedando lejos. Espesos nubarrones oscurecen el horizonte, quizá alguien los alcance
a ver ya.
Post
scriptum
Esta reseña se escribió a finales
de otoño del 2016 para la revista Individualia y su primer número de 2017. El mundo conoció la puesta en libertad con
cargos de Asli Erdogan el pasado 29 de diciembre (“Asli Erdogan and two others
released from jail”, en aljazzera.com, 30 de diciembre de 2016). Esta
liberación no fue una absolución ni una exoneración de la escritora, pendía aún
sobre su cabeza la acusación de terrorismo y no tenía permiso para viajar fuera
del país. En Turquía, actualmente una república presidencialista, el ejercicio de la libertad
de expresión lleva a la cárcel.
Referencias
Obras de Asli Erdogan
-
Il
Mandarino Meraviglioso, Keller, Milán 2014 [Mucizevi Mandarin, 2001].
-
Le
bâtiment de Pierre, Actes Sud,
Arlés 2013 [Tas Bina ve Digerlei,
2009].
-
Les
oiseaux de bois, Actes Sud, Arlés, 2009 [Sabah ziyaretcisi, Tahta kuslar, Mahpus, Geçmis ülkesinden bir komuk,
Bir delini güncesi, 2000, 1996, 2000, 1996, 2006].
-
Die Stadt
mit der roten Pelerine, Unionsverlag, Zúrich, 2008 [Kirmizi Pelerinli Kent].
Artículos de prensa
-
Daniel Blickenstorfer, “Vergesst mich nicht. Und
meine Bücher. Es sind meine Kinder”, SRF,
3 de septiembre de 2016.
-
Adolfo García Ortega, “Libertad para Asli
Erdogan”, El País, 6 de septiembre de
2016.
-
Thu-Huong Ha, “They are trying to kill the
truth”: A celebrated Turkish writer sends a letter from prison, Press on, 20 de octubre de 2016.
-
Karen Krüger, “Schriftstellerin Asi Erdogan
festgenomen”, FAZ, 17 de agosto de
2016.
-
Leonardo Neto, “A literatura sempre conseguiu
superar ditadores”, Publishnews, 19
de octubre de 2016.
-
Tilman Spreckelsen, “Kritik an Türkei bei Eröffnung
der Buchmesse. Appel inhaftierter Autorin”, FAZ,
19 de octubre de 2016.