domingo, 5 de septiembre de 2010

MICHAEL KOHLHAAS Y EL ESPÍRITU DE LO SUBLIME








El verano se debilita y muere lentamente como en el poema Septiembre de Hermann Hesse. El progresivo cambio de estación se anuncia por la presencia de un aire más fresco, respirable por fin. Vuelve a ser un placer pasear, e incluso dejarse acompañar por un libro, para detenerse a leer un rato a lo largo del camino, y entre página y página, levantar un poco la vista hacia la montaña. Llevo en la mano el ensayo Lo bello y lo sublime, de I. Kant, en la vieja edición de la Colección Austral, que conservo desde hace muchos años. A través de este ensayo acerca de la percepción estética, antiguas palabras e ideas vuelven a sonar para mí, elegante y precisamente formuladas: en la tragedia el sacrificio es sublime y los sentimientos son graves y elevados; pero la comedia es bella, y en ella el amor es despreocupado y confiado… Leo en el capítulo segundo, dedicado las propiedades de lo bello y lo sublime en los caracteres humanos, los rasgos trágicos del hombre sublime con carácter melancólico:

El hombre de carácter melancólico se preocupa poco de los juicios ajenos, de lo que otros tienen por bueno o verdadero: se apoya sólo en su propia opinión. Como en él los móviles toman el carácter de principios, no puede ser fácilmente llevado a otras ideas. Su firmeza degenera a veces en obstinación…. La veracidad es sublime, y él odia mentiras y fingimientos. Siente con viveza la dignidad de la naturaleza humana. Se estima a sí mismo y tiene a un hombre por una criatura que merece respeto. No sufre sumisión abyecta, y su noble pecho respira libertad. Toda suerte de cadenas le son odiosas: desde las doradas, que en la corte se arrastran, hasta los pesados hierros del galeote. Es un rígido juez de sí mismo y de los demás, y a menudo siente disgusto de sí mismo y del mundo.

En la degeneración de este carácter, la seriedad se inclina a la melancolía, la devoción al fanatismo, el celo por la libertad al entusiasmo. La ofensa y la injusticia encienden en él sentimientos de venganza. Es muy temible entonces. Desafía el peligro y desprecia la muerte. Falseado su sentimiento y no serenado por la razón, cae en lo extravagante: sugestiones, fantasías, ideas fijas. Si la inteligencia es aún más débil, incurre en lo monstruoso: sueños significativos, presentimientos, señales milagrosas.

I. Kant, Lo bello y lo sublime, pp. 32-33

En esta definición del hombre que no se siente condicionado por juicios ajenos, que llevado por una excesivo sentimiento de justicia podría llegar a la obsesión por su cumplimiento, y caso de no lograrse, incurrir en desvarío y locura, creí reconocer al temible tratante de caballos Michael Kohlhaas, personaje principal de la novela homónima de Heinrich von Kleist, ambientada en el siglo XVI y que tiene un trasfondo histórico real. Dicha novela, de la que en su día afirmó Franz Kafka que le conmovía “hasta las lágrimas”, cuenta la historia de una afrenta y su implacable venganza.

Michael Kohlhaas se ve injustamente tratado en Trokenburg por un noble local, Wenzel von Tronka, quien le exige arbitrariamente un permiso de paso, nunca antes requerido (he aquí un rasgo auténticamente kafkiano), cuando Kohlhaas se dirigía a vender sus caballos a una feria en Leipzig; este se ve obligado a ir a Dresde para gestionar la autorización mientras von Tronka retiene unos caballos de la propiedad de Kohlhaas en prenda. Lamentablemente, a los caballos se les maltrata haciéndoles trabajar hasta la extenuación y se les escamotea la comida de suerte que están a punto de morir de hambre y agotamiento, y el siervo de Kohlhaas, Herse, que había quedado al cuidado de los caballos, es brutalmente agredido. Además, a la vuelta de Kohlhaas, queda probado que no era obligatorio presentar documentación alguna ante Wenzel von Tronka. Entonces Michael Kohlhaas, hombre piadoso, temeroso de Dios, recto y honesto, con un extremado sentido de la justicia, inicia un proceso legal para llevar ante los tribunales al responsable del desafuero y exigir la restitución y alimentación de los caballos hasta su completa recuperación, así como una compensación para Herse.

No obstante, la justicia humana fracasa estrepitosamente, el culpable parece que va salir bien librado; las súplicas de Elisabeth, esposa de Kohlhaas, ante un antiguo conocido que tiene influencia en la corte, no sólo no tienen ningún resultado, sino que incluso le cuestan la vida, al ser golpeada y fatalmente herida por un miembro de la guardia. En su lecho de muerte la esposa, que representa el espíritu de la bondad y la reconciliación, le pide que abandone sus deseos de venganza, que perdone fraternalmente a su agresor. Pero nada más lejos de los deseos de Kohlhaas:

Kohlhaas pensó: “¡Que Dios no me perdone nunca, si un día llego a perdonar a ese noble!”, dio un beso a su mujer mientras las lágrimas le manaban abundantemente, le cerró los ojos y abandonó la sala. (p.44)

Emprende entonces emprende una particular rebelión con aspecto de cruzada en busca de venganza. Vende sus propiedades y promueve una guerra privada, primero con la única ayuda de sus siervos, después con todo aquel que quiera unírsele, con el fin no sólo de arrestar al culpable de sus males y a que le indemnicen por los daños sufridos, sino también de poner fin a todas las entuertos terrenales que los justos deben sufrir. Dicha guerra, es calificada por el propio Kohlhaas de guerra justa, es decir, estamos ante una especie de guerra santa. Busca al culpable, que entretanto ha huido cobardemente, emite edictos condenándolo, incendia ciudades y destruye ejércitos en su afán de lograr justicia, se proclama con soberbia representante del arcángel Miguel y sume al país en un estado de guerra, caos y miedo, anunciando que no persiguen sino la satisfacción de todas las culpas, revistiendo su rebeldía de un carácter carismático en el sentido auténtico del término.

En la proclama que repartió en esta ocasión se intitulaba a sí mismo “lugarteniente del arcángel san Miguel, que había venido para castigar a sangre y fuego a todos aquellos que tomaran partido en esta causa contra el noble la perfidia en que se había sumido el mundo entero”. Al mismo tiempo, desde el castillo de Lützen, que había asaltado y que en el que se había establecido, movilizó al pueblo para que se uniera a él con objeto de construir un mejor orden de las cosas; y la proclama estaba firmada con una especie de apostilla: “Dada en la sede de nuestro gobirno universal provisional, el vicecastillo de Lützen”. (pp. 58-59)

Su deseo de justicia y de reparación por las afrentas sufridas sume la región entera en la desesperación, hasta que el propio Lutero interviene en el asunto y declara a Kohlhaas fuera de la ley por atentar contra el bien común. Pero Kohlhaas no es un hombre malvado, está íntimamente convencido de que obra con plena rectitud. Por eso la condena de Lutero le conmueve hondamente y se entrevista en secreto con él. En la entrevista se acuerda que Kohlhaas disolverá su ejército, y con su seguridad personal garantizada, se dirigirá a Dresde, donde se dirimirán sus reclamaciones. Pero ya entonces se plantea que Kohlhaas podría tener razón inicialmente, pero sus delitos contra la paz común y los desmanes cometidos por su tropa contra los inocentes tampoco podrían quedar sin el castigo de Dios, es decir, que también tendría que aceptar sobre su cabeza la condena que sus actos merecieran. Pero eso no le importa a Kohlhaas, que quiere justicia a cualquier precio, aunque se hunda el mundo.

Sin embargo, Kohlhaas sospecha que va a ser arrestado sin ser juzgado debidamente, el descubrimiento de la correspondencia secreta entre Kohlhaas y Nagelschmidt (antiguo bandido a sus órdenes y que todavía se encontraba en rebeldía usurpando el nombre de su antiguo comandante) le perjudica aún más pues levanta la falsa impresión de que seguía albergando planes de sedición. El asunto se complica cuando el elector de Brandenburgo, intentando que tuviera Kohlhaas un juicio justo, exige su extradición al ser súbdito suyo, de manera que no pueda ser juzgado en Sajonia. Pero entretanto el emperador ya ha sido informado de lo ocurrido, y será ahora la justicia imperial la que se encargue de llevar el proceso hasta sus últimas consecuencias. Wenzel von Tronka será juzgado y condenado a reparar los daños tan arbitrariamente cometidos, mientras que Kohlhaas deberá ser ejecutado por haber violado la paz. Su sed de justicia le ha llevado a la muerte, le ha ocasionado la pérdida de todo lo que tenía. Kohlhaas es efectivamente, un rígido juez de sí mismo y de los demás, un hombre temible cuando los deseos de venganza se apoderan de él, por cumplir la justicia ha abierto una tumba también para sí mismo.

Kohlhaas ha excedido toda medida y ahora, naturalmente, de acuerdo con lo dicho más arriba por Kant, ha de aparecer el momento sobrenatural, la historia ha de llegar a lo extravagante, incluso a lo monstruoso y lo milagroso. De hecho ya hemos visto cómo habían aparecido elementos carismáticos. La historia se vuelve fantástica, se diría que lo sublime envuelve no sólo a Kohlhaas sino también han arrebatado al propio Kleist, narrador de la historia.

El príncipe elector de Sajonia, enemigo de Kohlhaas, descubre que una adivina gitana había proporcionado tiempo atrás una profecía secreta, escrita en una hoja de papel, que había sido sellada y guardada en una cápsula, y que había ido a parar, por misteriosa disposición de la adivina, a manos de Kohlhaas, que no tenía aún relación alguna con el príncipe. En dicha profecía se daban a conocer datos cruciales e importantes sobre el fin de la dinastía sajona y de la identidad del último de sus príncipes (en alusión a la derrota histórica que habría de sufrir Johann Friedrich frente a Carlos V en las guerras de Esmalcalda, su prolongada prisión y la renuncia de los derechos sobre el principado, es decir, el catastrófico final de una dinastía). La credibilidad de la adivina queda ratifica por acontecimientos extraordinarios ocurridos ante testigos. Kohlhaas poseía esa información valiosísima. El documento, convertido ahora en una especie de valiosísimo talismán, garantizaba su seguridad en tanto siguiera en su poder.

Dicho talismán había llegado a poder de Kohlhaas, como vemos, en misteriosas circunstancias, pues la gitana no quería entregar el papel al príncipe elector, sino que elige –al parecer arbitrariamente- a Kohlhaas para que guardara la cápsula de entre todas las gentes que se habían congregado en la feria de Jüterborg. Ahora que su vida peligraba, era primordial para los intereses de la dinastía sajona hacerse con la cápsula que encerraba la profecía con tan valiosa información. Un siervo del elector busca a otra gitana para hacerse pasar por la adivina que antaño le había entregado amuleto al Kohlhaas y así lograr que su entrega mediante engaño. Sin embargo, el destino juega ahora en contra del príncipe sajón, pues no se trata sino de la verdadera gitana que obró la profecía que además –misteriosamente- comparte rasgos con Elisabeth, la difunta esposa de Kohlhaas, lo que hace que el acontecimiento sea más enigmático aún. La entrevista entre la misteriosa adivina gitana (como si fuera la esposa muerta venida de ultratumba para advertir a su marido) y Kohlhaas en la celda de la prisión adquiere tintes fantásticos, de novela clásica de terror. El elemento sobrenatural se impone definitivamente. La gitana le ruega que, pensando en sus hijos, entregue la profecía al príncipe de Sajonia ya que con ello salvaría su vida, pero Kohlhaas ve que no haciéndolo, aunque ello le cueste la vida, heriría mortalmente a su enemigo.

Pero Kohlhaas quiere ser más sobre su interlocutora, en quien está reconociendo a su fallecida esposa:

…volvió a interesarse por el misterioso contenido del papel; como ella respondiera fugazmente que no podía revelarlo ni siquiera por curiosidad, él le expresó su deseo de que, antes de marcharse, le desentrañara otras miles de cosas: quién era ella en realidad, cómo había llegado a tener tales conocimientos, por qué le negaba el papel al príncipe elector, para quien no obstante lo había escrito, y por qué, entre tantos miles de personas, se lo había dado precisamente a él, que nunca había codiciado su saber (p. 134-135)

La misteriosa mujer le implora por los hijos de Kohlhaas, pero este permanece imperturbable, ante el deseo de saber más acerca de la adivina que tanto le recuerda a su difunta esposa, esta se marcha no sin antes pronunciar unas misteriosas palabras acerca de un próximo reencuentro y la revelación de todas las incógnitas:

¡Hasta la vista, Kholhaas, hasta la vista! ¡Cuando volvamos a vernos no te quedará nada por saber! (p. 135)

Sin embargo, el príncipe elector tratará de hacerse con el relicario una vez muerto Kohlhaas, de ello es advertido nuevamente por el amor de ultratumba. En efecto, el día de su ejecución es entregada una carta a Kohlhaas procedente de una desconocida. Es un momento terrible, pues la carta iba firmada inequívocamente por la difunta esposa, en ella le comunica la llegada del príncipe de Sajonia a Berlín y advertía a Kohlhaas:

La intención con la que viene no es necesario que te la revele; en cuanto estés bajo tierra pretende desenterrar el relicario y abrir el papel que hay en él. Tuya, Elisabeth.(p. 138)

Advertido de esta manera, por lo que resulta evidentemente una carta procedente del Más Allá, en el momento previo a su ejecución abre la cápsula, la lee y se la traga. El funesto destino de la dinastía sajona está llevado y su final, de hecho, no tardó en llegar.

El príncipe elector de Sajonia regresó poco después, desgarrado en cuerpo y alma, a Dresde (p. 141)

Esta extraordinaria novela puede ser leída desde muchos puntos de vista, el de la lucha por la libertad individual frente a las exacciones del poder, o como confrontación simbólica entre el mundo jurídico del Antiguo Régimen con sus disputas jurisdiccionales y unas nuevas concepciones propias del romanticismo que otorgan al individuo un valor sagrado, concepciones que no son las del siglo XVI, sino las del propio Kleist proyectadas al pasado y enmarcadas en una lucha sobrehumana de un solo hombre contra mundum. Es una desmesura englobada en el conflicto entre ley y libertad que no puede por menos que recordar a la lucha fratricida entre Franz y Karl Moor en Los bandidos de Fr. Schiller. Por ello, por encima de otras consideraciones, en esta obra sobresale el espíritu de lo sublime, del exceso y de la desmedida de Kohlhaas, quintaesencia de lo romántico, de una voluntad ciega e indomable que resulta tan aterradora como la contemplación de la fuerza desatada de la naturaleza en una tempestad. Este exceso es también el del propio Kleist, del cual llegó a decir Stefan Zweig que sólo encontraba alivio a su tormento interior en la escritura:

La literatura es la liberación única que encuentra Kleist y, saltando de júbilo, se entrega enteramente al demonio (de quien precisamente quería huir) y se arroja a su abismo, a su precipicio. (S. Zweig, La lucha contra el demonio (Hölderlin, Kleist, Nietzsche), Acantilado, Barcelona 2005, p. 189)

Heinrich von Kleist, Michael Kohlhaas, traducción y notas Isabel Hernández, Alba Clásica, Barcelona 2007, 141 pp.

5 comentarios:

  1. Muy interesante.

    Una pequeña errata, creo que es el 5º párrafo:"Emprende entonces emprende ".

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  2. Gracias, he visto alguna "errita" más que corregiré en la redacción definitiva.

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  3. Muy a propósito la comparación con el texto de Kant y la referencia a Kafka. Von Kleit estaba afectado por la hybris -y Zweig sin duda lo entendió así-, quizá en un grado más que el resto de escritores románticos alemanes.
    Saludos. Notorius

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  4. Gracias Notorius.
    El tema de la hybris está tan poco comprendido...
    Sin embargo, su forma más desaforada (podemos entender que se trata de una degeneración de la voluntad), el hombre parece auténticamente un dios por una milésima de segundo, justo para después precipitarse al abismo más hondo y tenebroso, como nos enseña la tragedia griega.

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  5. En el tema de la hybris, me recuerda a Aquiles al principio de "La Ilíada", cuando, ultrajado por Agamenón, esta a punto de desenvainar su espada para tomar venganza allí mismo, aún cuando Agamenón, por su edad y su reino, esta por encima en la escala social (al menos en la humana") a Aquiles. En este caso, fue detenido por Atenea (luego Zeus se encargaría de reparar la injusticia como "corresponde", desde arriba y no desde abajo). Los dioses, aunque fuera justa la reclamación del Pelida, no le dejaron tomarse venganza de su mano. Me parece semejante al caso de Kohlhass. Finalmente, Tronka es juzgado por sus desmanes, pero más duro es el castigo a Kohlhass por haber intentado obtener justicia desde abajo.

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